CARTIER - BRESSON (Su pensamiento)

EL MOMENTO DECISIVO Texto de HENRI CARTIER - BRESSON

"No hay nada en este mundo que no tenga un momento decisivo" Cardenal de Retz. Fotografia documental

- El momento decisvo - Henri Cartier B




Había descubierto la Leica, que se convirtió en una prolongación de mi ojo y que no me abandona ya más. Caminaba todo el día con el espíritu tenso, buscando tomar en la calle las cosas al natural, in fraganti. Deseaba, sobre todo, tomar en una única imagen lo esencial de una escena que surgía. Hacer reportajes fotográficos, es decir, contar una historia en varias fotos, es una idea que nunca tuve; fue más tarde, mirando el trabajo de mis colegas y las revistas ilustradas, y trabajando a mi vez en ellas, que poco a poco aprendí a hacer un reportaje. Yo he andado mucho pero no se viajar; me gusta hacerlo lentamente, preservando las transiciones entre los países. Una vez llegado al lugar tengo casi siempre el deseo de establecerme, para poder vivir como se vive allí. Yo no podría ser una especie de globe - trotter. Con otros cinco fotógrafos independientes, en 1947, fundamos nuestra cooperativa, Magnum Photos, que difunde nuestros reportajes fotográficos a través de revistas francesas y extranjeras. Sigo siendo un aficionado pero ya no soy un diletante.


EL REPORTAJE

El reportaje plantea los elementos de un problema, fija un acontecimiento o unas impresiones. Un acontecimiento es siempre tan rico que uno gira alrededor mientras se desarrolla, buscando una solución. A veces se la encuentra en pocos segundos y otras veces exige horas y días; no hay solución estándar, no hay recetas, hay que estar preparados como en el tenis; los elementos del tema que hacen saltar la chispa, frecuentemente están separados; uno no tiene el derecho de unirlos por la fuerza; fabricar una puesta en escena sería trampear.

A veces, uno tiene sentimiento de haber tomado la mejor foto posible y, sin embargo, sigue fotografiando porque no puede prever con certeza de qué manera el acontecimiento se desarrollará. Es necesario, por el contrario, evitar gatillar inútilmente, evitar fotografiar rápido y maquinalmente, cargándose así de croquis inútiles que recargan la memoria y perturban la nitidez del conjunto.

El fotógrafo no puede ser un espectador pasivo, no puede ser realmente lúcido si no está implicado en el acontecimiento. La memoria es muy importante, la memoria de cada foto tomada al galope, a la misma velocidad que el acontecimiento; durante el trabajo uno debe estar seguro de no haber dejado agujeros, de haber expresado todo, porque después será demasiado tarde; no se podrá hacer desandar el tiempo.

En nuestro trabajo hay dos momentos en los que se produce una selección, en consecuencia, hay dos lamentos posibles. El primero, cuando en el visor se esta confrontando con la realidad; el segundo, una vez que las imágenes han sido reveladas y fijadas, cuando uno está obligado a separarse de las fotos que, aunque justas, serían menos fuertes. Cuando es demasiado tarde, entonces, se sabe por qué uno no ha hecho lo suficiente. A menudo, durante el trabajo, una duda, una ruptura física con el acontecimiento nos da la impresión de que no hemos tenido en cuenta cierto detalle del conjunto; y, sobre todo, lo que es frecuente, que el ojo se descuidó, la mirada se volvió vaga, y eso bastó.

De todos los medios de expresión la fotografía es el único que fija un instante preciso. Jugamos con cosas que desaparecen, y cuando han desaparecido es imposible hacerlas revivir. Uno no puede retocar el sujeto; cuanto más se puede elegir entre las imágenes recogidas para presentar el reportaje. El escritor tiene el tiempo para reflexionar antes de que la palabra se forme, antes de ponerla en el papel; puede relacionar varios elementos, los unos con los otros. Hay un período en el cual el cerebro olvida, y se produce una especie de decantación. Para nosotros lo que desaparece, desaparece para siempre; de ahí nuestra angustia y la originalidad esencial de nuestro oficio; no podemos rehacer nuestro reportaje una vez que uno ya está en el hotel, de vuelta.

Nuestra tarea consiste en observar la realidad con la ayuda de ese cuaderno de apuntes que es la cámara, fijándola pero sin manipularla ni durante la toma, ni en el laboratorio mediante trucos, porque eso es visto por quien sabe ver.

En un reportaje fotográfico uno llega, como el árbitro, para contar los golpes, como una especie de intruso, fatalmente. Hay que acercarse al sujeto con pie de plomo, incluso si se trata de una naturaleza muerta. Hay que andar con guantes, pero teniendo el ojo alerta. Sin precipitaciones, porque no se golpea el agua antes de pescar.

Nada de fotos con flash, por supuesto, aunque más no sea que por respeto a la luz, aún cuando no esta. Porque sino el fotógrafo sería alguien insoportablemente agresivo. Este oficio depende hasta tal punto de las relaciones que se establecen con la gente que una palabra puede estropearlo todo, y entonces los alvéolos se cierran.

Yo hago reportajes, pero lo que busco desesperadamente es la foto única, que se basta a ella misma por su rigor (sin pretender por eso hacer arte, psicología, psicoanálisis o sociología), por su intensidad, y cuyo tema excede la simple anécdota.


EL SUJETO

El tema no consiste en coleccionar hechos, porque los hechos en sí mismo no ofrecen interés. Lo importante es elegir entre esos hechos y tomar el hecho verdadero en relación con la realidad profunda, situarse, en suma, en relación con lo que se percibe. En fotografía la cosa más pequeña puede ser un gran tema, el detalle humano más pequeño puede convertirse en leit - motiv.

La gente desea perpetuarse en su retrato, y presentan a la posteridad su mejor perfil. Pero si el fotógrafo alcanza a reflejar un mundo tanto exterior como interior.

Me parece bastante peligroso hacer retratos por encargo, porque dejando aparte a algunos mecenas, todos quieren ser halagados, y ya entonces no queda más nada de verdadero. Los clientes desconfían de la objetividad de la cámara mientras que lo que el fotógrafo busca es una agudeza psicológica.




LA COMPOSICIÓN

Para que un tema se manifieste en toda su intensidad, las relaciones formales deben ser rigurosamente establecidas. Uno debe situar la cámara en el espacio, con relación al objeto, y ahí comienza el gran dominio de la composición.

La fotografía es para mí el reconocimiento en la realidad de un ritmo de superficie, líneas y valores; el ojo recorta al sujeto y lo único que tiene que hacer la cámara es imprimir en la película la decisión del ojo. Una foto se ve en su totalidad, de una sola vez como un cuadro; su composición es una coalición simultánea, la coordinación orgánica de elementos visuales. No se compone gratuitamente, hace falta una necesidad y no se puede separar el fondo de la forma.

En fotografía hay una plástica nueva, función de líneas instantáneas; trabajamos en el movimiento, una especie de presentimiento en la vida, y la fotografía debe tomar en el movimiento ese equilibrio expresivo. Nuestro ojo debe constantemente medir, evaluar. Modificamos las perspectivas flexionando ligeramente las rodillas, hacemos coincidir las líneas desplazando la cabeza una fracción de milímetro, pero esto no puede ser hecho sino con la velocidad de un reflejo, lo que nos evita felizmente toda tentativa por hacer "Arte".

Uno compone casi al mismo tiempo que aprieta el disparador, y colocando la cámara más o menos lejos del sujeto, se dibuja el detalle se lo subordina o bien se es dominado por él. A veces sucede que, insatisfecho, uno queda inmóvil, esperando que algo pase, y a veces no pasa nada, y no hay foto, por ejemplo, alguien pasa cerca, y uno sigue su camino a través del cuadro del visor, uno espera, espera, uno gatilla, y se va con el sentimiento de tener algo en la bolsa. Más tarde uno podrá divertirse trazando en la foto la línea media y otras figuras, y uno se dará cuenta que accionando el obturador en ese instante se han fijado formas geométricas precisas sin las cuales la foto hubiese sido amorfa y sin vida.

La composición debe ser una de nuestras preocupaciones constantes, pero en el momento de fotografiar no puede ser sino instintiva, porque estamos frente a instantes fugitivos durante los cuales las relaciones son inestables. Un equilibrio debe establecerse entre esos dos mundos, el interior y el exterior que, en un diálogo constante, forman uno solo, y es este mundo que debemos comunicar.

Pero esto concierne solamente al contenido de la imagen, y para mí el contenido no puede separarse de la forma; por forma entiendo una organización plástica rigurosa mediante la cual, y sólo así, nuestras concepciones y emociones son concretas y transmisibles.

La elección del formato de la cámara juega un gran papel en la expresión del tema; mientras que el formato cuadrado por la similitud de sus lados, tiene una tendencia a ser estático; casi no hay, por otra parte, pinturas cuadradas. Si se reencuadra una buena foto se destruye fatalmente este juego de proporciones. Además es muy raro que una composición débil en el momento de la toma pueda ser salvada en el cuarto oscuro recortando el negativo en la ampliadora: la integridad de la visión ya no existe. Personalmente nunca consigo reencuadrar una fotografía mediocre, tomando un detalle, para transformarla en una buena foto, en una imagen rigurosa.

Debe haber, para mí, una totalidad, una integridad durante la toma. Sólo en ese momento, y tomando una nueva fotografía, si es todavía posible, se puede modificar el encuadre, es decir, integrar la acción situándose en el espacio y en el tiempo. A menudo se escucha hablar de "ángulos de toma", pero los únicos ángulos que existen son los ángulos de la geometría de la composición. Esos son los únicos ángulos válidos, y no los que hace el señor que se tira al suelo para obtener algún efecto u otras cosas extravagantes.


EL COLOR

El blanco y negro es una deformación, una calidad abstracta, y en él todos los valores son transpuestos, dejando entonces la posibilidad de elegir. La fotografía en color añade muchos problemas que hoy en día son difíciles de resolver.

Para verdaderamente crear en el dominio de la fotografía en color hay que transformar, modular el color, para poder encontrar así la libertad de expresarse dentro del marco de las grandes leyes que han sido decodificadas por los impresionistas, y que tampoco el fotógrafo puede evitar (ley de contraste simultáneo, todo color tiende a colorear del color complementario el espacio vecino; si dos tonos contienen un color común, éste se atenúa a causa de su yuxtaposición; dos complementarios yuxtapuestos se exaltan, mezclados se anulan, etc.). La operación que consiste en trasladar los colores de la naturaleza en el espacio, a una superficie impresa, plantea una serie de problemas extremadamente complejos, dado que algunos colores absorben la luz y otros la difunden.


LA TÉCNICA

Nuestro oficio de reportero existe desde hace unos treinta años y se perfeccionó gracias a las cámaras pequeñas y de fácil manejo, y a las películas muy rápidas y de grano fino, fabricadas para las necesidades del cine.

La cámara es para nosotros una herramienta y no un juguete mecánico. Basta con sentirse cómodo con el aparato que conviene a lo que uno quiere hacer. El manejo de la cámara, el diafragma, las velocidades, etc. Es necesario superar este estadio, por lo menos cuando se habla o cuando se copian las fotografías. Lo demás constituye el verdadero problema. Un problema de inteligencia y de sensibilidad.

En la ampliación del negativo hay que respetar los valores de la toma o, para restablecerlos, modificar la copia según el espíritu que prevaleció en el momento de la toma. Los últimos instantes de creación fotográfica pasan en el laboratorio.


Fuente y texto completo en:
http://www.taringa.net/posts/info/1303553/Fotografia-documental---El-momento-decisvo---Henri-Cartier-B.html?dr